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Por 'Figuras del Ayer' me refiero a aquellos oficios y actividades que el progreso y la tecnología han hecho desaparecer. Oficios que no volverán. Oficios que antaño fueron esenciales y actividades que eran un ritual. Vamos a recordar algunos de ellos y que circunstancias les ha hecho desaparecer.
El peón caminero.- Caminante no hay camino, se hace camino al andar
Hace tiempo que pasó a la historia. Me refiero a la figura del Peón Caminero. La persona que se encargaba del cuidado y mantenimiento de los caminos y carreteras del estado. Su función, en la legua (aproximadamente 5,50 Km.) que tenía asignada, era mantener los caminos y carreteras, así como sus cunetas, en las mejores condiciones posibles con los materiales que tuviese a mano. Apareció en 1759, durante el reinado de Fernando VI.
Su misión era con el azadón, el palo, el rastrillo y la espuerta limpiaban las cunetas para que no se acumulara el agua y no se incendiaran las ramas, igualar las rodadas que hicieran los carruajes y donde estaba el guijo descubierto por haberse llevado el viento la última capa, cubrirla nuevamente con arena, tierra o el material equivalente que tuviera a mano, limpiar las entradas y salidas de las alcantarillas, y, en general, cualquier trabajo requerido para mantener el camino en el mejor estado de conservación posible.
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Debia asistir todos los días al camino aunque hiciera mal tiempo, desde que salga el sol hasta el ocaso y aun los festivos para estar atento a lo que ocurriera, ausentándose solo de él para ir a cobrar su sueldo en fin de cada mes, porque de lo contrario no gozaría de sueldo alguno.
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Para bachear los caminos se juntaban varios junto con un capataz. Parcheaban estos con arena, gravilla y una mezcla de agua con betún, con lo que se conseguia una masa con la dureza del cemento.
Sus casas, que antiguamente plagaban las carreteras y que hoy, o bien han desaparecido, están en ruinas quedando como fantasmas en los bordes de las carreteras, o han sido reconvertidas (muchas de ellas como puestos de socorro de la Cruz Roja). Se situaban en la mitad de la legua que tenían asignada y constaban de dos habitaciones para dos peones, cocina y baño, así como un pequeño patio para plantar y disponian de recursos alimenticios.
Con el paso del tiempo, su fisonomía fue cambiando haciéndolas más grandes o más pequeñas pero siempre se hacían con materiales y mantenian la arquitectura de la zona (varios, próximos a la jubilación, todavía viven en ellas en régimen de usufructo).
También llegaron a ejercer como guardas jurado, llegando incluso a estar armados con carabina o fusil recortado, y canana ceñida.
Su reglamento, de 19 de enero de 1867, en el artículo 37, dice:
El peón caminero que se halle en el camino alguna persona sospechosa le exigirá la cédula de vecindad y si no la tiene, la conducirá al pueblo de su jurisdicción y la pondrá a disposición del alcalde del pueblo más inmediato, dándoles noticias del número y dirección que lleven, o poniéndoles en conocimiento de la Guardia Civil.
La llegada de la maquinaria moderna de obras públicas (que también necesitaba personal para hacer funcionar las máquinas) los hizo desaparecer.
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La castañera.- Castañas calentitas, a la rica castaña
La imagen de la castañera o castañero vendiendo las castañas asadas al calor de un horno, echando humo y emanando un olor entre dulce y amaderado, es signo de otoño avanzado, de principios del frio, de que la navidad no está ya lejos, de que se ha dejado atrás el verano.
Hoy los puestos de castañas asadas son muy escasos, pero en la primera mitad de los años '60 a la llegada del invierno aparecian como las setas en otoño.
La figura de las castañeras (antiguamente este trabajo era casi exclusivo de las mujeres de avanzada edad) ha sido siempre una de las más repetidas en aquellos fríos inviernos. Sus endebles puestos de venta en el mejor de los casos estaban cubiertos de finas chapas de maderas como único escudo ante el azote del gélido viento madrileño.
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Como en mi juventud vivía en Madrid (en aquel Madrid de entonces, en que en los barrios se conocian todos, etc. no el de ahora totalmente distinto, ni mejor ni peor, distinto), cerca de la Puerta del Sol, solía ir al que se ve en la foto, situado en la calle Arenal esquina al pasadizo de San Ginés, a la puerta de lo que era el teatro Eslava (actualmente discoteca Joy Eslava). No compraba nada, pero me pasaba horas y horas disfrutando del calorcillo que se despredia del pequeño fogón (entonces los inviernos eran heladores, gélidos, hoy el termómetro se asusta de acercarse a los cero grados).
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La pipera.-
Han desaparecido totalmente las 'piperas', que solían ser mujeres de avanzada edad, las cuales para montar su negocio acarreaban una pequeña banasta de cestería para mostrar sus productos, un pequeño taburete o una pequeña mesa de tijera para apoyar la cesta y una silla plegable para sentarse si no lo hacía en el escalón de algún portal. Es decir, lo que una mujer de su edad podia portar.
Solían colocarse a la puertas de los colegios o en sus inmediaciones pues era donde más negocio se hacía.
Las piperas desarrollaban su trabajo a la intemperie, soportando frío y lluvia en invierno y calor en verano, protegiéndose de estas inclemencias con plásticos, paraguas y sombrillas.
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Han sido una imagen tradicional en las calles pero han desaparecido porque para 'ganarse los garbanzos' en la actualidad se precisa un mayor espacio para vender muchas mas cosas y tener un abundante muestrario en las alacenas. Hoy se han transformado en las por todos conocidas tiendas de “chuches”
Vendian frutos secos, chuches, regaliz, palulú o regaliz de palo y algunas solían también vender cigarrillos sueltos, así como un botijo con anís al lado para aliviar la sed de los mayores. Aquellos puestos que disponían de algo mas espacio también tenían venta de cromos. Era típico comprar '10 céntimos de todo revuelto' y, que por lo que calculaban podía valer 10 céntimos nos daban un poco de todo.
Actualmente se les exigiría: impuestos por utilización de la vía pública, autónomos, etc; además hoy por razones de seguridad e higiene no está permitida la venta a granel de este tipo de productos.
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El barredero.- La manga riega que aquí no llega
¿Alguien ha visto algún barrendero armado con una manguera? La respuesta es NO (actualmente han sido sustituidos por camiones cisterna). Lo que sí se ve en las ciudades últimamente es mugre. Mugre incrustrada en unas aceras que ya apenas se barren (de regar ni hablamos).
Hace tiempo si habia barrenderos con mangueras y las calles se baldeaban frecuentemente.
Un día de verano, el calor se volvía tan insoportable por lo que los chavales cuando veiamos a un barrendero en mitad del barrio le gritabamos, sin rubor;
"La manga riega que aquí no llega"
y el buen hombre se volvía y dirigiéndo su manguera hacía nosotros, nos empapaba, cosa que agradeciamos enormemente.
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El barquillero.- Al rico barquillo de canela
Ya no se ven como se veían antes. Me refiero a la figura del 'barquillero'.
Al grito de "¡Al rico barquillo de canela!" hacia notar su presencia el barquillero, con su barquillera colgada a la espalda en bandolera, por calles, parques y plazas. Muchos hacían ellos mismos los barquillos con harina sin levadura, azúcar o miel y un toque de canela. Los metían en las barquilleras o bombos, que iban decorados con llamativos dibujos y frases alusivas a su dueño o su procedencia.
En la tapa, la barquillera, tiene un círculo con varios números en dos filas rodeados de clavillos verticales. Tiene también una rueda que gira con una estornejilla que va tropezando con los clavos al girar. Al parar se queda en un número. Después de tres tiradas se suman los números y salen los barquillos que te tocan.
La tradición del barquillero ha sido recuperada en algunas ciudades como Madrid, en donde van vestidos con el traje tradicional de chulapo.
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El farolero.-
Los primeros faroles de gas se instalaron en 1847 (previamente eran de aceite) y hasta los años cuarenta del siglo XX no fueron sustituyéndose por el alumbrado eléctrico. La electricidad supuso el fin del oficio (aunque yo normalmente veía faroleros encendiendo los faroles del centro de Madrid a princípios de los '60). El farolero era el encargado del encendido, mantenimiento, limpieza y apagado diario de los faroles. Para el encendido y apagado usaban un largo palo.
También, tenían la misión de guarda, debiendo estar vigilantes toda la noche desde el momento que se encendían los faroles hasta el amanecer. Debían aprehender los malhechores o ladrones que encontrasen y entregarlos a la guardia. También debian estar vigilantes de cualquier incendio y avisar a los bomberos. Posteriormente apareció la figura del sereno que, tomó del farolero esta misión de vigilancia nocturna.
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El sereno.- ¡Sereno va!
El sereno (el nombre de 'sereno' viene de que originalmente iban por la calle cantando la hora y el tiempo atmosféricoː Las once y sereno, las dos y lluvioso, etc.) era el encargado de vigilar las calles mientras la noche durase, misión que heredaron de los faroleros.
Así mismo, también tenía en su poder las llaves de todos los portales para quien la necesitara durante la noche. Existían en muchas ciudades españolas.
Se le llamaba dando palmas para abrir el portal y él anunciaba su llegada golpeando el chuzo (especie de garrota de madera dura que usaban como arma defensiva) contra el suelo al tiempo que gritaba "¡sereno va!".
También portaban un silbato para dar la alarma y avisar a los otros serenos, en caso necesario. Es más, era tanto el uso que hacían del silbato que la policía llego a ignorar en ocasiones tal señal y de ahí nació el refrán ”Tomar por el pito de un sereno“ cuando no se considera a una persona. La mayoría eran asturianos.
Este oficio se perdió con la llegada de los porteros automáticos.
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El afilador (Haciendo sonar el chiflo).-
Otra figura muy típica era la del afilador que pasaba montado en su bicicleta (primero, lo hicieron a pie llevando a cuestas la rueda de afilar; más tarde, arrastrándola con un carro de madera, después los carros tradicionales pasaron a convertirse en bicicletas.) y, anunciando su llegada haciendo sonar el conocido como 'chiflo del afilador' (instrumento de aire de varios agujeros). Cada afilador solía adoptar una melodía propia con la que anunciaba su presencia para distinguirse de los demás y atraer a sus propios clientes.
Afilaban, por poco dinero, los cuchillos de cualquier vecino que al oír la melodía bajaba de su vivienda, pero también disponían de una clientela más o menos fija (pescaderías, carnicerías y restaurantes).
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El abre-cierra puertas del Metro (o como se llamara).-
En las ciudades que disponían de ferrocarril metropolitano, existia un operario situado en la primera puerta del primer vagón, cuya misión era abrir las puertas del tren una vez este se había detenido totalmente en una estación. Esta figura actualmente está desaparecida.
Cuando el tren iba a iniciar la marcha accionaba el silbato con lo que indicaba a los pasajeros su intención de cerrar las puertas. Una vez que comprobaba que estas estaban convenientemente cerradas, cerraba la propia y el comboy iniciaba la marcha.
Jefe de Estación del Metropolitano.-
En cada estación del ferrocarril metropolitano existia la figura del 'Jefe de Estación' cuya misión consistia en, en, ... debia ser hacer todo pues nunca he visto a nadie con él. En cada estación había una garita y allí estaba él. Le podias ver, le podias tocar.
Actualmente parece que a cambiado el nombre por el de 'jefe de varias estaciones', y digo parece pues nunca lo he visto.
Otros muchos han desaparecido como los cobradores de autobús o tranvia y que, desaparecen por ahorro de costes, los guardagujas cuyo fin, además de mover las agujas cuando ha de efectuarse un cambio de vía y de avisar a su superior si no funciona bien el cambio, se ocupaba de cuidar, limpiar y engrasar el mecanismo del este.
Otros han sido los operadores telefónicos que eran una parte fundamental en el funcionamiento de una red telefónica antes de que la tecnología moderna los volviera obsoletos, y muchos más.
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También el medio rural pierde oficios, tales como pastores, mayorales, cortacinos o cisqueros ven complicado el relevo generacional en unas profesiones que consideran duras. El siguiente vídeo es un curioso reportaje de 'NO-DO' que trata sobre la actividad recolectora de piñas que desarrollaron los antiguos piñoneros de la localidad abulense de El Hoyo de Pinares durante centenares de años, hasta que se mecanizó en los años 60 -70.
Fue una de las principales fuentes de ingresos en las que se fundamentó su economía municipal, ya que no sólo se recolectaba el piñón, sino que de otro tipo de coníferas, se extraía también la resina con la que se producía la denominada pez, líquido muy viscoso que se aplicaba en los barcos y en las botas de vino para su impermeabilización, así como en la industria de productos disolventes, tales como el famoso aguarrás.
Debajo una galería de imágenes de oficios que nos han abandonado, entre los que se encuentran los anteriormente descritos y muchos más.
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Debajo hay una galería de imágenes de oficios que nos han abandonado, entre los que se encuentran los anteriormente descritos y muchos más.
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El Peón Caminero
El peón caminero era el operario encargado de cuidar a pie, el camino o carretera del estado.
Tenía las funciones de igualar las rodadas allanándolas antes de que fuesen profundas, y en general todas aquellas acciones encaminadas a mantener los caminos o carreteras en las mejores condiciones posibles con los medios de que dispusiesen, y asistir todos los días al camino aunque hiciera mal tiempo, desde que salga el sol hasta el ocaso y aun los festivos para estar atento a lo que ocurriera, ausentándose solo de él para ir a cobrar su sueldo en fin de cada mes a la Tesorería donde se le pagaba porque de lo contrario no gozaría de sueldo alguno..
También llegaron a ejercer como guardas jurado, llegando incluso a estar armados con carabina o fusil recortado, y canana ceñida, a que según su reglamento: "El peón caminero que se halle en el camino alguna persona sospechosa le exigirá la cédula de vecindad y si no la tiene, la conducirá al pueblo de su jurisdicción y la pondrá a disposición del alcalde del pueblo más inmediato, dándoles noticias del número y dirección que lleven, o poniéndoles en conocimiento de la Guardia Civil".
El desarrollo de las comunicaciones y de la maquinaria de obras públicas especializada, trajo consigo la paulatina desaparición de los peones camineros y el abandono y la ruina de la mayor parte de sus peculiares casas que ocupaban a lo largo y ancho del territorio nacional.
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Había un refrán que decía: 'Más vago que la chaqueta de un peón caminero'. Y es que los peones camineros se despojaban de sus chaquetas para trabajar y las dejaban, 'inmóviles', sobre una piedra o colgadas de un árbol.
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